lunes, 19 de agosto de 2013

Diferentes miradas sobre pobreza y niñez/juventud

lanacion.com | Economía - Lunes 19 de agosto de 2013 - Por Silvia Stang
Encuesta de la UCA
Uno de cada cuatro chicos vive en situación social precaria
Unos 3,2 millones de niños y adolescentes sufren la pobreza estructural, según un relevamiento privado; bajo efecto de la asignación por hijo

Viven en situación de hacinamiento. Por sus hogares ronda la precariedad. No asisten, ellos mismos o sus hermanos, a la escuela. Cuatro de cada diez chicos de hasta 17 años están en alguna de estas condiciones, según los resultados del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA), una encuesta que relevó, en el último trimestre de 2012, la situación de 5426 niños que habitan en hogares de un conjunto de 20 centros urbanos del país.
Si se extrapolan a todo el país los datos obtenidos teniendo en cuenta los datos del último censo nacional, es posible estimar que 3,2 millones de niños y adolescentes viven en hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI). Este indicador se refiere a condiciones de vida que dificultan el buen desarrollo de las personas, debido a la falta de un entorno adecuado para el bienestar. Es un dato vinculado con la llamada pobreza estructural, que permite una evaluación de la situación social bajo parámetros diferentes a los que se toman para la medición de la pobreza y la indigencia según ingresos.
El trabajo del barómetro social revela que 25,6% de los menores de 18 años viven en hogares con NBI. El índice no es muy diferente si se lo compara con los obtenidos en las ediciones de la encuesta de 2010 y 2011, de 27,6 y 26,8%, respectivamente. Entre los niños más pequeños, de 0 a 4 años, la tasa es superior: de 29,7% en la medición más reciente.
Según el análisis de la investigadora Ianina Tuñón, que coordinó el trabajo, la incidencia que tuvo el pago de la Asignación Universal por Hijo (AUH) fue baja en cuanto a lograr una mejora en los índices de pobreza estructural. La prestación social comenzó a pagarse en diciembre de 2009 y, tras haber mejorado su cobertura inicial, hoy es percibida por 1,84 millones de familias, con 3,6 millones de niños. Desde junio pasado el monto es de $ 460: una parte se cobra en forma mensual y otra, una vez al año contra la presentación de certificados de escolaridad y controles sanitarios.
La implementación de ese programa social -que, según la encuesta, recibe el 36,4% de los menores- parece haber tenido un impacto algo mayor en los índices de pobreza e indigencia por ingresos: en ese caso, en lugar de observar condiciones de vida según las características de la vivienda y del entorno, se evalúa si la familia puede comprar, con sus ingresos, determinados productos básicos. De todas formas, esas tasas siguen en niveles preocupantes. Tal como informó en mayo LA NACION, la encuesta de la deuda social reveló que en 2012 el 37,2% de los menores son pobres en función de los ingresos que llegan a sus hogares. Los indigentes, es decir quienes viven en lugares donde el dinero no alcanza siquiera para la alimentación más básica son el 8,4 por ciento. En 2010, esas tasas eran del 41,9 y del 12,7% en cada caso.
El Indec lo ve distinto
Los índices citados en el párrafo anterior son los calculados con datos de ingresos de la encuesta de la deuda social, cruzados con valores de canastas de bienes y servicios alternativos a la medición oficial del Indec, lo que explica la diferencia con las tasas de pobreza e indigencia que da a conocer el Gobierno (en el caso del índice general, sin discriminación por edades, los números de fuentes privadas suelen triplicar los del organismo oficial de estadística, dada la subestimación de precios que distorsiona el cálculo en este último caso).
La encuesta de infancia, cuyos resultados serán presentados pasado mañana a las 18.30 en el auditorio Santa Cecilia de la UCA, no muestra una diferencia significativa entre los índices de chicos con NBI según se trate de hogares del área metropolitana o del interior del país. Sí existe una esperable distancia entre los índices cuando se tiene en cuenta el tipo de urbanización en la que se reside. Entre los chicos habitantes de zonas informales, como villas y asentamientos, la tasa asciende al 48,4% (era del 55,1% en 2010), en tanto que en las urbanizaciones formales de nivel bajo es del 31,1%, y en las zonas de hogares de nivel medio, de 7,5 por ciento.
Según explica el informe de la UCA, se considera que está en la población con NBI toda persona que sufra al menos una de las siguientes privaciones: hay tres o más personas por cuarto habitable, la vivienda es de tipo precario, la vivienda no tiene retrete, en el hogar hay al menos un menor de 6 a 12 años que no asiste a la escuela, el hogar tiene 4 o más personas por cada ocupado y, además, el jefe tiene la primaria completa como nivel máximo de educación formal.